Como seres humanos hemos sido educados para pensar que estamos en la cúspide de la evolución y eso nos da orgullo, además de un sentimiento de merecimiento acerca de los recursos con los que contamos y acerca de las cosas que podemos hacer en el mundo. Eso no es malo, siempre y cuando, podamos también ser humildes respecto de nuestras limitaciones y también acerca del espacio que también ocupan otros seres vivos y, el espacio que ocupa la humanidad dentro de la variedad de sistemas que están presentes en el universo.
Según algunos estudios, el ser humano está caminando en el mundo desde no hace más de de 50 mil – 100 mil años. Si comparamos ese tiempo con el de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años nos damos cuenta del corto tiempo que llevamos siendo, tal y como nos autodenominamos, los “reyes de la evolución”. De hecho ya han sucedido en el planeta varias extinciones masivas (una de ellas la de los dinosaurios), por lo tanto, no tenemos ninguna garantía de subsistencia ni supremacía de nuestra especie. Mucho menos con los procesos que hemos desencadenado en los últimos años con el calentamiento global, la superpoblación, la proliferación de armas nucleares, etc.
Por eso hoy escribo acerca de la ilusión que tenemos acerca del poder de nuestra razón. La verdad es que nuestro cerebro ha evolucionado desde hace 50 mil años en el contexto de unas condiciones que no son las que enfrenta en la actualidad. Los hombres primitivos necesitaban cazar, construir herramientas, almacenar, migrar, recolectar frutos y granos y, una innumerable cantidad de otras actividades que no hacemos hoy. La escritura no surgió sino hasta hace 3,500 años. Entonces ¡imaginen!, si hemos estado 3,500 años con escritura de 50mil-100mil años de evolución como especie. ¿cómo solucionábamos los problemas durante la gran cantidad de tiempo que estuvimos sin escritura?
La respuesta a este problema está en nuestro cerebro, a lo largo de nuestro desarrollo como especie. Antes de la aparición de la escritura hemos desarrollado una serie de estrategias mentales para lidiar con la complejidad de nuestro entorno. Tuvimos que resolver una gran variedad de problemas que se pueden agrupar en los siguientes temas:
- Necesidad de manejar mucha información: Nuestros antepasados necesitaban saber que plantas y frutos podían recolectar y comer. De ellos, cuales pueden almacenar y por cuanto tiempo y, no solo eso, en que sitios los pueden encontrar y en que momentos del año. Además, requerían almacenar una gran información acerca de los animales que podían comer y como manipular sus partes para la utilidad que requerían los primeros humanos.
- Actuar rápido: En tiempos muy lejanos el hombre no tenía tiempo de reflexionar acerca de determinadas amenazas o sucesos en el ambiente. Si llovía, si hacia mucho viento o si llegaban animales que pudieran amenazarlos de un momento a otro, de alguna manera se debían tener respuestas “automáticas” que minimizaran el riesgo.
- Priorizar que recordar: Ante la gran cantidad de información y la imposibilidad de almacenarla en un medio físico (escritura), era necesario recordarla en gran cantidad y, así mismo, establecer cuál era la información más prioritaria a mantener o transmitir.
- Dar significado: Sucedían una gran cantidad de cosas que los hombres no podían explicar de una manera racional. Entonces para poder lidiar con esa “incertidumbre”, el hombre creó historias o leyendas que explicaban el inicio de las cosas o como sucedían los fenómenos. Seguramente todo esto explica la creación de las religiones, leyendas y mitos, más o menos elaboradas desde tiempos inmemoriales.
Todas estas necesidades hicieron que nuestro cerebro desarrollara unos hábitos mentales que ejecutamos sin darnos cuenta. Estos hábitos en muchos casos nos hacen interpretar de manera equivocada algunos hechos y, nos impiden tomar acciones que podrían ser más adecuadas para el logro de nuestros objetivos. A continuación algunos ejemplos de estas situaciones que, en general, nos pueden pasar:
- Preferimos no correr el riesgo de perder 100 frente a la misma posibilidad de ganar 150.
- Tendemos a explicar las situaciones que han pasado sobrevalorando las acciones o decisiones que hemos tomado y le damos un menor peso a la suerte. Fácilmente tendemos a culparnos por situaciones fuera de nuestro control o, a pensar que nuestros éxitos (o los de otras personas) se deben más a nuestras habilidades que a la aleatoriedad.
- Sentimos diferente las cosas que recordamos a como las experimentamos en el momento que suceden.
- Nos es más fácil aceptar una explicación equivocada a aceptar que algo no tiene explicación.
Estos son solo ejemplos de cómo nuestro cerebro tiende a interpretar situaciones de manera automática, haciéndonos caer en lo que se ha denominado como sesgos cognitivos.
Desde Innohábito les animamos a explorar más el concepto de sesgos cognitivos, a trabajar en prevenir sus efectos y, a ser conscientes de los errores que podemos cometer si aceptamos la primera interpretación que hace nuestra mente. Los invitamos a pensar con humildad recordando la frase de Sócrates: “Solo sé que nada sé”. Reconocer con humildad la ignorancia ante muchas situaciones nos abre la puerta del aprendizaje y la innovación. La racionalidad frecuentemente es una ilusión, la verdad es que muchas decisiones que tomamos las ejecutamos basadas en emociones generadas de manera instantánea por nuestra interpretación automática de los hechos.
Que seamos conscientes de esta situación ya es un primer paso para prevenirlo. En Innohábito te enseñaremos a prevenir y mitigar el efecto de los sesgos cognitivos en nuestra vida.
Autor: Carlos Andrés Rodríguez Bayona
Muy buen articulo! Como puedo tener información de los servicios que ofrece Innohabito.